HISTORIAS URBANAS

En el diario vivir de muchas Ciudades, poblaciones, urbes o países enteros, se habla a menudo de historias, leyendas y mitos, que las personas tratan de ajustar a la vivencia cotidiana, siempre impregnadas de un toque de realidad, exageración y fantasía, pero esta costumbre y tradiciones populares han rebasado todo límite de la imaginación durante la actual situación de riesgo que en gran parte del mundo estamos padeciendo por la ya famosa y amenazante pandemia, que nos ha causado a la mayoría de seres humanos preocupación, miedo y hasta pánico.

Nuestro entorno se ha visto afectado de tal manera que al ser destinatarios de una avalancha de información tal vez cierta, no confirmada o incierta, sobre los diversos tema que se producen alrededor del caos, que llega a obnubilarnos a tal grado que en ocasiones no podemos distinguir ni discernir lo que es falso o verdadero, especialmente con la gran afluencia de comentarios en las redes sociales y el importante crecimiento de consumo de datos digitales, uso de internet, señales de televisión, radio y demás medios de comunicación, que hacen que una noticia o rumor proveniente de cualquier fuente, que influyente o no, tiene facilidad de diseminarse de forma exponencial y desafortunadamente se va tergiversando de tal forma que pronto tenemos una historia de terror.

Un ejemplo palpable es que en los noticieros recientes hemos visto y escuchado manifestaciones a favor y en contra del tratamiento que los gobiernos han dado a la situación emergente derivada de la afectación a la salud de manera colectiva y vemos con desesperación que en algunos sectores no se le da la seriedad que el caso amerita, empezando por nuestro Gobierno Federal, que con su capitán al mando, había venido desdeñando, haciendo bromas y pasó al aparente actuar, intentando dar paliativos y matices a las cifras que sus funcionarios de salud han presentado, pero lo más alarmante es el hecho de que ese mando supremo, no se ha conducido con la seriedad, formalidad y entereza que un mandatario requiere y está obligado a enfrentar en el ejercicio de sus funciones encomendadas por el pueblo.

Lamentable es ver que a la mayoría de la población se le pretenda dar doctrina en lugar de soluciones, como es el caso aberrante y creo fuera de toda seriedad y cultura, al haber declarado el señor López Obrador, que es mejor cambiar de conceptos de las teorías económicas y redefinir aquellos que han regido por toda la vida, en las mediciones financieras de un Estado como son Producto Interno Bruto -PIB-, al que debemos llamarle “bienestar”; al crecimiento “desarrollo” y a lo material “espiritual”; Inaudito, ante la probable caída en las preferencias populares, nunca acepta llamar las cosas por su nombre, no es posible que ante la adversidad alguien pretenda seguir siendo gracioso y disimulador, -aclaro esto no es desinformación -, lo dijo a los medios en su acostumbrada reunión informativa matutina del pasado día seis de mayo, situación que no ayuda y entrega material valioso a los medios, redes y detractores, poniendo leña al fuego para las marañas de información desmesurada.

Volviendo a las historias, sabemos que cada lugar tiene sus leyendas particulares, derivadas de las costumbres, cultura y tradiciones, pero últimamente hemos visto a travé de los mismos medios que las expresiones en torno a la causa de tantas muertes que se están dando por el famoso virus, son: “que no es cierto”, “que a la gente le están pagando para que lo diga”, “que a las personas que están en los hospitales, las están matando”; motivo por el que siguen creciendo los rumores por demás falsos y llenos de fantasía colectiva, que originan actos violentos o amenazantes, como es el caso reciente de una congregación de personas que se dio en las inmediaciones de un hospital en el Estado de Morelos, por personas que lideradas por una persona de oficio taxista que amenazaba con -quemar el nosocomio si permitían pacientes infectados por el llamado Coronavirus-, sin embargo días después corrió la noticia de que esa persona había fallecido víctima de lo mismo que originaba su protesta, luego entonces, nos preguntamos, ¿eso quiere decir que estamos exagerando las noticias o se están resaltando hechos reales?, el caso es que todo aquello puede derivar en consecuencias legales.

Pongo en resalte el caso de los hechos realizados por las personas que van más allá de los rumores y se dejan llevar hasta el grado de exteriorizar sus creencias e intenciones y cometen actos de violencia en perjuicio de las cosas o las personas, afectando incluso a la sociedad misma, por bloqueos, robos, saqueos, lesiones, homicidios o infracciones menores como la desobediencia a un mandato de autoridad, todo ello tiene consecuencias penales que el gobierno debe contener o castigar en su caso, a través de los mecanismos judiciales competentes, es por ello que no es tan simple pensar solo en historias urbanas o leyendas, puesto que en situaciones extremas de ocio, desempleo, falta de recursos económicos y temor fundado de alteraciones a la salud, llegan los malos pensamientos que se pueden convertir en actos, premeditados o no, pero que producen resultados en el campo de la norma penal y debe tener sus consecuencias mediante la imposición de las sanciones correspondientes y apegadas a los procedimientos establecidos por la leyes.

Así podemos esquematizar y analizar innumerables ejemplos de reacciones de las personas ante los rumores que van desde una simple creencia hasta la toma de decisiones para ejercer un supuesto derecho, como es el caso de aquellas noticias falsas sobre la falta de alimentos o insumos básicos de sobrevivencia que orillan a determinadas personas o grupos a instigar a otras a realizar saqueos en establecimientos comerciales, sin ninguna justificación y afectando derechos de propiedad y seguridad de terceros, llegando al caso inverosímil y así lo hemos visto a través de los medios de comunicación, que algunos integrantes de estos grupos roban bienes muebles de toda naturaleza, que nada tiene que ver con la subsistencia básica, -si ese fuera el caso- y solo son observados por las autoridades encargadas de guardar el orden, invadidos por el miedo y temor personal de ser agredidos o rebasados, lo que nos deja una pregunta simple ¿el Estado tiene los mecanismos para aplicar la ley, que es lo que le impide ejercer los procedimientos de ejecución? Amigos, ante todo eso, no nos queda más que oír, callar, reír, llorar o simplemente creer en las leyendas urbanas.

Maestro Martín Miranda Brito

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