Hoy más que nunca se ha tornado el racismo a su máximo esplendor, en particular el caso de George Floyd, que ha desatado una masiva protesta por las calles de Minneapolis (Minnesota), extendiéndose en algunos países, incluyendo el nuestro, por lo que cientos de personas han protestado, con la frase “no puedo respirar”, situación que ha enervado a gran parte de la población del mundo.
Es un acto de exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, color, linaje u origen nacional o étnico con el objetivo de anular o menoscabar el reconocimiento de los derechos humanos; lo cierto es que, este fenómeno continúa afectando a muchas personas de todo el mundo, en tanto tiene diversas variantes dependiendo del motivo que lo provoque.
Sin embargo, toda discriminación representa rasgos o características comunes, lo que excluye a individuos dentro de la sociedad y establece categorías entre seres humanos, provocando tensiones y conflictos sociales, al grado de cometer homicidios dolosos sin justificación alguna y en presencia de cualquier persona, peor aún con toda la impunidad que es permitida y en algunos casos instigada por quienes deberían sancionar esas conductas, como es el caso del gobierno de los Estados Unidos de Norte América, en los recientes acontecimientos.
Es importante destacar que nadie nace siendo racista, sin embargo con el paso del tiempo se adquiere, desde la educación recibida en casa, escuela, las vivencias en el medio en que el ser humano se desenvuelve, las lecturas a lo largo de la vida, lo que se ve en la televisión y por qué no, en los discursos políticos y religiosos, en la actualidad es muy complicado evitar que este tipo de información negativa la pueda obtener cualquier persona, ya que la influencia es muy variada y llega de distintos frentes y en muchas ocasiones sin que se pueda detener.
Por ello, es sustancial recordar y preservar memoria respecto de la historia de la peor violación a los derechos humanos, como la esclavitud, el comercio y la trata trasatlántica de esclavos, el apartheid, el colonialismo y el genocidio que han empoderado el ejercicio de la xenofobia y la discriminación racial, actos que bien podrían erradicarse y servirían como una herramienta transcendental para lograr sensibilizar a la sociedad con el fin de terminar con las formas contemporáneas de racismo y discriminación racial.
Hoy en día, gracias a las redes sociales podemos advertir con mayor frecuencia estos actos inhumanos, en particular de policías norte americanos, que bajo el argumento de “en cumplimiento de su deber” cometen estos actos cobardes, viles y atroces, con cualquier tipo de persona, humillándolos al grado de privarlos de la vida.
Nadie tiene derecho a discriminar por ningún motivo ya sea por el color de su piel, lengua o acento, lugar de nacimiento, hábitos, orígenes, tradiciones, pobreza, o preferencia sexual, la discriminación racial es todavía una realidad que agravia a la sociedad y es nuestra responsabilidad ponerle fin.
Para poder eliminar la discriminación racial es necesario un cambio de valores, actitudes y comportamientos que bien podrían reflejarse a través de la educación a las generaciones actuales y futuras, el hecho de que las sociedades cada vez sean más interculturales, podría llevar a comprender mejor a los demás.
Quien ejerce actos discriminatorios, desconoce los derechos civiles, políticos, sociales, económicos o culturales de aquellos seres a los que considera inferiores, lo cual representa un acto inhumano por parte de quien lo realiza y esto deja la vía libre para que cualquiera pueda imitar este tipo de actos atroces, lo que permite colocar a una persona por encima de otra, violentado en todos los aspectos sus derechos fundamentales que la norma pondera a su favor.
La discriminación es un fenómeno basado en relaciones entre diversos grupos sociales y tiene sus raíces en los prejuicios y estereotipos que se ejercen hoy en día, actos que deberían dejarse a un lado en el momento de relacionarse con otras personas.
¿Por qué discriminar lo que es diferente?
El éxito no tiene color, raza, nacionalidad, género, orientación sexual, posición económica y mucho menos la capacidad intelectual.
Licenciada Noraima Araceli Sánchez Santos
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